Por su interés para el
tema de la Calidad de Enseñanza reproducimos el artículo de Aguayo y
Merino que NO quiere publicar el Diario Montañés, en aquel espacio que
ha publicado a todo el mundo, Vilches incluido. Quede como un paréntesis
pertinente.
Acerca de PISA y la LOMCE
El presidente del Consejo Escolar de Cantabria, Raúl Fernández Ortega, publicaba hace unos días un artículo de opinión en el
que afirmaba, entre otras cosas, que las cifras de fracaso escolar y de
abandono escolar temprano arrojan cifras de vértigo y absolutamente
insoportables. En parecidos términos se manifiestan las actuales
autoridades educativas del país,dirigentes del partido en el gobierno y
tertulianos próximos al poder, dedicados a repetir el mismo mantra:
nuestro sistema educativo está muy mal, luego algo hay que hacer.
El
recurso a las cifrasgenerales de los informes PISAse ha convertido en
un instrumento de propaganda que no añade más luz a la hora de hacer una
diagnóstico cabal de nuestro sistema educativo.En cualquier caso, sin
entrar en el fondo de este tipo de pruebas internacionales y con todas
las cautelas con que hay que tomarlas, lo cierto es que las
calificaciones que en ellas obtienen los alumnos de las comunidades del
norte de España son equiparables a las de países que nos ponen siempre
de ejemplo. Por el contrario, los resultados en las comunidades del sur,
el Levante y las islas, son los que tiran a la baja de la media
nacional.Si admitimos PISA como instrumento de medición, debemos asumir
entonces que la situación educativa española es una realidad asimétrica
y, en consecuencia, no podemos colegir que el sistema ha fracasado en su
totalidad sin antes contestar a una pregunta: ¿cómo es posible que, con
la misma legislación educativa, unas regiones estén en la élite y otras
ocupen lugares muy bajos en las clasificaciones internacionales?
Llama la atención que los responsables de la política educativa regional
no mencionen los buenos resultados de Cantabria, con un fracaso escolar
inferior al 15%, o que no hagan alusión a aquellos aspectos del sistema
educativo en los que de manera positiva destaca nuestro país. En el
último informe PISA, se señala que “en los niveles socioeconómicos más
modestos los alumnos españoles obtienen mejores resultados que los del
promedio OCDE y que la mayoría de los países seleccionados; es decir, en
los centros que escolarizan a estos alumnos el sistema educativo
español ofrece mejores resultados relativos que en los equivalentes de
la OCDE. Sin embargo, en los niveles socioeconómicos más favorecidos los
resultados son más modestos que los de la OCDE.”. O sea, la Enseñanza
Pública que escolariza a la inmensa mayoría de los alumnos
pertenecientes a familias con menos medios económicos, está por encima
de la media y son los Centros Privados los que lastran el resultado
global. Es otra servidumbre que pagamos con el mantenimiento de la doble
red sostenida con fondos públicos.
El español es uno de los
mejores sistemas educativos del mundo a la hora de corregir las
dificultades que, por su extracción social, arrastra un niño cuando
llega a la escuela; pero nada dice de ello el señor Ortega Fernández.
Tampoco dice nada de los resultados que contemplan secuencias de varios
años y en los que nos manifestamos como uno de los países que más hemos
progresado. No creemos que el presidente del Consejo Escolar de
Cantabria esté en la ignorancia de esto. Sospechamos que lo que le ha
faltado es honestidad intelectual para reconocerlo porque invalidaría su
tesis central acerca del fracaso total del sistema.
Si destacamos
en equidad y nuestro sistema es puntero a la hora de compensar
desigualdades, no parece razonable que la LOMCE cargue precisamente
contra ellos. Si se va a dificultar la obtención de la ESO mediante una
prueba externa, con dos titulaciones que conducirán a estudios
posteriores (FP o Bachillerato) con diferente consideración social, si
vamos a poner otra prueba externa al final del Bachillerato, si se
eliminan posibilidades que ahora había para alcanzar el título de la
ESO, si se adelanta la edad en la que los alumnos deberán escoger
itinerarios académicos de casi imposible vuelta atrás… ¿Realmente
conseguiremos con todo ello disminuir el fracaso escolar y las tasas de
abandono?¿No estaremos pasando de una enseñanza comprensiva a una
enseñanza selectiva en las que las desigualdades socioeconómicas serán
más determinantes que ahora?
Creemos que el sistema educativo de
cualquier democracia avanzada debe tener como finalidad última, en sus
etapas obligatorias, elevar los niveles culturales del país y hacer de
nuestros jóvenes unos ciudadanos críticos y responsables. Nada de esto
se conseguirá eliminando la Educación para la Ciudadanía, haciendo que
la Religión cuente para la nota media o sosteniendo económicamente con
dinero público los centros que separan alumnado por sexo. Puede que
nuestra Educación tenga deficiencias, sobre todo en determinados
territorios, pero eso no invalida el conjunto del sistema. De lo que se
trata, por tanto, es de ver qué estamos haciendo bien en algunas CC.AA. y
que se está haciendo mal en esas que obtienen peores resultados. Pero
la LOMCE no va en esta dirección; sus finalidades son otras: seleccionar
y potenciar a los mejores, segregar al resto y convertirlos, cuanto
primero mejor, en la mano de obra barata que están demandando los
mercados. Esa es la filosofía que obviamente no se explicita, pero que
habita escondida tras la arquitectura del sistema proyectado por Wert,
un edificio lleno de barreras, de difíciles accesos, rigideces y vías
únicas sin retorno.
Jesús Aguayo Díaz y José Ramón Merino Pacheco
Miembros del Secretariado Regional del STEC y del Consejo Escolar de Cantabria.
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